—Por tortuoso que fuera Kaden, era amable. Una vez que terminaron, la despertó, pues le había preparado un baño. Para entonces, apenas podía abrir los ojos de la exhaustividad. Él le drenaba la energía solo para llenarla con su semilla. Envuelta en sus brazos como un koala, Kaden le masajeaba el cuero cabelludo con paciencia.
—Eso se siente bien —gemía Lina, con los párpados temblando por la sensación asombrosa. Le había dolido la cabeza de lo fuerte que él sujetaba su cabello cuando estaba a cuatro patas para él.
—Tienes el cabello espeso, paloma —Kaden le halagó mientras pasaba sus dedos entre él. Ella recostó su espalda contra su firme pecho y emitió un zumbido cansado. Eventualmente, ella sintió cómo él le lavaba el champú.
—¿Dónde estabas esta mañana? —Kaden le preguntó mientras vertía acondicionador en sus palmas. Observaba su bello rostro con ojo avizor. Él ya sabía dónde estaba ella. Ambos lo sabían.