Lina no podía recordar lo que había pasado en la cama. Se había desmayado varias veces de agotamiento, pero su codicia era insaciable. Cada vez que se movía y abría los ojos, su rostro estaba frente al suyo otra vez. Le susurraba dulzuras mientras la penetraba sin piedad. No podía diferenciar qué era realidad y qué no lo era. Pero sí recordaba la reacción de su cuerpo a él cada vez que llegaba. Y cuando alcanzaba el clímax, se desmayaba por agotamiento, solo para ser despertada por su mano o boca complacientes.
—Ven, paloma, no te desmayes ahora... —Kaden era audaz, besándola como si estuviera drogado por su fragancia. Era rápido y feral, sus movimientos innegables. Fue despertada a penetraciones por su furioso ritmo.
Kaden era despiadado. La embistió con las malas intenciones, desde la tarde de ayer hasta el atardecer de hoy.