—Lo estás haciendo tan bien, mi amor —prometió Kaden, una mano presionando su estómago hacia abajo, forzándola a sentir la intensidad, y la otra acariciando su cabello. Iba a tirar de él como si fuera una correa cuando ella estuviera de rodillas, pero no ahora.
Esta noche, la iba a atesorar.
Lina ni siquiera podía negárselo, pues ella también sentía la crudeza de sus actos. Él era brusco, pero sus palabras eran pacientes. Sus instintos se sentían primarios, la forma en que la taladraba. Todo lo demás carecía de sentido. Sus cuerpos desnudos se golpeaban uno contra el otro, el sonido haciendo su rostro más rojo que nunca.
Lina podía sentir su final acercarse. Se apretaba sobre él mientras entraba y salía de ella. La llenaba hasta el borde. Nunca se había sentido tan llena. Sus dedos de los pies se curvaban y echaba su cabeza hacia atrás en un gemido leve.
—Si solo supieras lo bien que te sientes aquí abajo —dijo Kaden con dureza, su cuerpo retorcido.