```
Lina agarró su vestido blanco y se dio cuenta de dónde provenía el apodo. Los apodos solo se compartían entre amantes extremadamente íntimos. Sin embargo, él le había dado uno en menos de una hora después de conocerla.
Lina miró sus zapatos, cuero pulido, pero su uniforme militar negro resaltaba. Franjas doradas en sus hombros, estrellas en su pecho y una boina aterradora en su cabeza. Era la encarnación de alguien que podía abusar de su poder.
Lina unió sus manos detrás de su espalda para ocultar el temblor.
—Si ves al ejército, no corras. No tengas miedo, solo sabes que eres mucho mejor que la sangre común. Eres de sangre azul, eres una Yang. Ellos no son más que escudos.
No se sentía como un escudo. En cambio, Lina sentía que él era algo así como un gran defensor. Sus tacones hacían un clic ruidoso con cada paso, recordándole lo inútil que era. Con labios temblorosos, recordó la amargura en su pecho.