Lina nunca se consideraría protegida. Se cruzó con muchos hombres, algunos grandes, otros pequeños. Pero nunca en su vida había sentido su corazón tirar en todas direcciones. Su voz, su distancia, todo acerca de él la detuvo en seco.
Lina podía sentir el mundo desdibujarse. A pesar de la situación perjudicial, solo podía mirar. Cada célula de su cuerpo gritaba por él, a pesar de ni siquiera saber su nombre. En este mundo entero, nunca había encontrado a alguien tan guapo como él. Había un aura oscura y peligrosa en él, como si pudiera tragársela viva.
—Oye, mira este uniforme… —susurró alguien, empujando a su amigo.
—Ugh… —gimió un hombre herido, agarrándose los hombros donde había sido disparado. La sangre rezumaba de su herida, tiñendo su camisa de rojo.
—¡Ni siquiera la policía tiene poder aquí, atrápala! —insistió su líder.
—S-señor, eso no es la policía. Eso es