Kaden podía sentir que estaba resbalando hacia la locura. Algo dentro de él se rompió con sus palabras. La única persona en este mundo que no le temía, ahora estaba asustada de él. Ocurrió lentamente, antes de acelerarse. Una a una, sus emociones comenzaron a apagarse. Su corazón latiente de repente se entumeció. Estaba en shock. Silenciosamente, parpadeó. Sus dedos empezaron a convertirse en piedras. Su boca estaba seca.
—Dime cómo puedo cambiar —Kaden rogó una última vez—. Dime qué debo hacer para borrar ese miedo, paloma. Dime.
Lo que aterrorizaba a Lina era la falta de emoción en su voz. Retrocedió tambaleándose, confundida. Este era el Kaden que ella conocía, pero también un Kaden que no reconocía. Lina no podía precisarlo, pero algo en él había cambiado para peor.
Lina abrió y cerró la boca, pero no pudo pronunciar palabra. Él entregó su súplica con más indiferencia que la que había visto en toda su vida.
—Yo... yo no puedo.