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No había vuelta atrás. Kaden observó cómo Lina se dirigía al club. Todos se detenían por ella. Era ajena a su efecto. Siempre lo era. Deseaba que abriera más los ojos, para ver cómo el mundo se asombraba y maravillaba por ella. Algunos quedaban impresionados por su belleza, otros por su arduo trabajo, pero al final, todos eran cautivados por su presencia.
Había algo innegable en Lina. Ya fuera por sus movimientos serenos y calculados o por su leve sonrisa de diversión, la gente miraba. Siempre lo hacía.
—Jefe, como solicitó, no eliminamos las grabaciones después de su partida anoche —explicó Sebastián, observando a la formidable mujer entrar en la discoteca.