Lina podía oír los pasos que se acercaban detrás de ella. Podía oír su respiración pesada, el pánico en su comportamiento y la incapacidad de seguir adelante. No le importó cuando los pasos se detuvieron justo en la entrada. Quería que él lo supiera. Quería que él viera. Miró directamente a los ojos del Rey Kade y no dijo nada.
La pintura que lo inició todo. El único dibujo que arruinó todo, pero también arregló su futuro. A veces, Lina quería reír. Quería tomar un cuchillo y apuñalarlo a través del retrato, para borrar todo rastro de él. Pero eso era imposible.
El Segundo Rey de Ritan, fundador de la tierra, unificador de reinos, señor de la guerra del siglo, Séptimo Príncipe Kade, no favorecido por su padre, pero amado por todo el reino y el mundo.
—¿Qué obtuve? —se dijo Lina a sí misma en voz baja, en un tono que apenas podía oír.