El tiempo no esperaba a nadie. El amor nunca miraba atrás. Una vez que el corazón se dejaba en el suelo, asesinado y destrozado, no había forma de recomponerlo. El amor era una cerilla que se quemaba hasta consumirse, llevándose consigo esperanzas y aspiraciones. Las cenizas llenaban los cielos, cayendo como la primera nieve, pero en realidad, era la ruina de una historia de amor.
En los ojos de Lina Yang, ya no había cuentos de hadas ni princesas. Ella reescribió la última página de su cuento de hadas y lo convirtió en tragedia.
Con la traición de Atlántida y Kaden, Lina sabía mejor que no enamorarse de nuevo. El día que dejó Atlántida en el altar y a Kaden en los pasillos fue el mismo momento en que se dio cuenta de que el amor no era más que una jaula de cristal: frágil y delgada.
—Esos columnistas chismosos, un día les voy a dar su merecido —se quejó Isabelle, cruzándose de brazos con un gesto de enfado—. ¿Cómo se atreven a publicar noticias falsas?