Lina se quedó atónita ante sus palabras. Apenas podía abrir la boca. En lugar de eso, lo miraba con los ojos muy abiertos. La habitación cayó en un silencio mortal. Incluso Atlantis se tensó detrás de ella. Casi la hizo reír. Si ella estuviera embarazada del hijo de otro hombre, ¿Atlantis dejaría de perseguirla?
De repente, el anciano estalló en una carcajada sonora. Se le erizó la piel de los brazos. Su risa amenazante la asustó. Intranquila por las carcajadas, sintió el impulso repentino de correr. Se sentía incómoda en su presencia.
—Por supuesto, eso no es imposible —reflexionó el anciano como si acabara de hacer el mejor chiste del siglo—. Inclinó la cabeza y reveló una sonrisa con todos sus dientes.
—La Diosa de la Fertilidad y la Familia no te ha bendecido. Quizás nunca lo haga, pues la ofendiste hace 1,500 años. Eras una niña favorecida solo por ella —dijo el anciano.