—Ay… —Lina intentó restarle importancia—. Me golpeé el pie con la mesa.
Atlántida apenas podía ver claramente. Se disparó de su silla. La silla se echó hacia atrás por el impacto, casi rompiendo las ventanas de cristal detrás de él. Respiraba pesadamente. Todo lo que podía imaginar eran las manos asquerosas de ese hombre sobre el cuerpo inocente de ella.
—De-de todas formas —Lina logró decir con dificultad—, tengo que irme.
—Espera, ¿estás
—Ya voy —Lina exclamó antes de colgar el teléfono.
Kaden soltó una risa suave, antes de que se convirtiera en una más fuerte.
—Vas a venir, ¿eh? —murmuró Kaden.
Lina lo fulminó con la mirada, pero tuvo que alzar el cuello. En respuesta, él aulló aún más. La risa sacudió sus cuerpos demasiado, rompiendo el trance. Su pecho vibraba por sus potentes pulmones. Sus manos no se detenían.
—Asegurémonos de que así sea —Kaden susurró contra sus oídos.
—¡Bruto—! —Lina se sobresaltó cuando él curvó sus dedos.