Fue una masacre. La noche del golpe de estado no se parecía a ninguna otra. La historia nunca había visto algo tan violento y sangriento antes. Ni siquiera las guerras de una década podían equipararse a la sangre que fluyó por la escalera del palacio.
Cuando la luna estaba brillante y llena en el cielo, las nubes bien podrían haber estado pintadas de rojo. Era como si la Princesa de Terán estuviera vigilando todo el evento. A pesar de las nubes, la luna estaba en su punto máximo, redonda y observando.
Los gritos, uno tras otro, llenaban la maldita noche. Los cuerpos caían como moscas. Los hombres eran cortados como mantequilla.
—P-piedad... —un príncipe suplicaba, pero ya era demasiado tarde. Se arrastraba por el suelo con sus brazos. Desafortunadamente, el hombre no mostraba misericordia.
¿Cómo podría alguna vez mostrar misericordia a un país que influenció en la muerte de su esposa?