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Lina fue apuñalada en el pecho por sus palabras. Bajó la cabeza, incapaz de mirarlo más. Ella entendía de dónde venía. Ella también amaba a la Octava Princesa.
Él tenía sus razones. Ella tenía las suyas. Él libraba guerras por venganza. Ella detenía guerras por miedo.
Kade bajó la voz, apenas capaz de continuar. —Era solo una niña. Su vida apenas había comenzado, pero todo le fue arrebatado.
Kade agarró su barbilla, obligándola a mirarlo. Vio la agonía en sus ojos, la represalia que amaneció en esos preciosos reflejos. Amaba a esta mujer. De verdad lo hacía. Ni siquiera sabía qué era el amor. Nunca se lo dieron. Sin embargo, se dio cuenta de esta emoción.
—Te amo Lina —murmuró Kade—. Te confesé mi corazón y lo ignoraste.
—¿Cómo esperas que responda a eso justo después de que declaraste guerra a mi país? —Lina preguntó, con la voz quebrándose hacia el final.
—¿Cómo esperas que te ame cuando vas a destruir todo lo querido para mí por algo que yo no causé! —Lina suplicó.