Lina despertó sola. Aunque, difícilmente podría llamarlo consuelo. Cuando abrió los ojos y decidió levantarse de la cama, haciendo el más mínimo crujido en el suelo, hubo un golpeteo brusco en la puerta.
Lina se sobresaltó cuando dejó entrar a la gente y un grupo de doncellas estuvo a su servicio.
Lina había recibido este trato en Teran, pero el séquito en Ritan era aún mayor. Al frente, vio a las tres criadas que la acompañaron a Ritan. Le dijeron que eran huérfanas, no tenían familia ni ningún vínculo específico con Teran, por lo tanto, eran las únicas personas que la acompañaban.
—Buenos días —dijo Lina lentamente.
Lina abrazó las mantas apretándolas contra su pecho.
—¡Buenos días, Princesa! —declararon unísonamente las doncellas de Ritan, sus voces lo suficientemente fuertes como para sacudir las paredes. Primero bajaron sus cuerpos y luego, sus frentes tocaron el suelo.