Lina perdió la cuenta de cuántas veces lo hicieron. Él la puso en tantas posiciones que ni siquiera pudo procesarlo. De rodillas, contra la pared, en el suelo, de espaldas, había tantas maneras diferentes en que él llenaba su interior.
Para cuando Kade terminó con ella, ya no podía moverse. Su garganta se sentía ronca de gritar de placer.
Kade la llevó al éxtasis tantas veces que su cuerpo entero se había drenado de fluidos, solo para ser llenado de nuevo con su líquido caliente.
Cuando Kade se detuvo, fue solo porque ella estaba entrando y saliendo de la conciencia.
—Mi encantadora novia... —susurró Kade, su boca en su cuello. Sus brazos la rodeaban, atrayéndola firmemente hacia él.
Lina sintió un sentido de posesividad en la manera en que él la sostenía. Su poderoso agarre era firme. Era como si pudiera asesinar a cualquiera que se atreviera a quitarla de sus brazos.
—¿Cómo puedes ser tan dulce? —preguntó Kade, mordisqueando la marca que había hecho antes.