Skender caminaba de regreso a casa, el aire se sentía denso. Su garganta seca, sus ojos ardían y su estómago le dolía. Se detuvo en una esquina sintiendo que su estómago se revolvía y luego, inclinándose, vomitó. Finalmente, su náusea triunfó. No pudo contener días de ansiedad y miedo. Cada vez que estaba cerca de rendir su corazón, su pasado volvía a atormentarlo. El temor de confiar de nuevo, cuando aquellos en quienes más confiaba le habían mentido en nombre de la protección y el amor.
¿Amor? ¿Era esa la manera de tratar a quien amabas? Entonces él no lo quería.
Camino de regreso a casa, su mente recorría el camino de los recuerdos. Era solo un niño cuando todo comenzó, el aislamiento.
—¡Skender! ¿Dónde has estado? —preguntó su madre, mirándolo enojada cuando él llegó a casa después de jugar con algunos niños del vecindario. —¿Qué te dije sobre salir?
—Madre. Sólo quería jugar.