—Tinámoslo de verde, Circe. Tinte tu cabello de verde en nuestra segunda boda. También es mejor poner menos polvo en tu rostro porque tengo miedo de que no sea bueno para la salud de Bean.
Todo el cuerpo de Aries tembló cuando el apodo de Bean salió de esos labios y su cerebro simplemente se apagó. Ella nunca mencionaba el nombre de Bean, pero estaba segura de que él la había escuchado al menos una o dos veces cuando pensaba que estaba sola.
Joaquín sonrió y apoyó su frente contra la de ella, aún sosteniendo su rostro con ambas manos.
—Te amo, mi amor —expresó en un susurro, con los ojos cerrados.
—Detente… —susurró ella, pero no logró que las palabras salieran de su boca.
—Te daré todo lo que quieras. Por ti y por nuestro hijo... te haré feliz.
—Te dije que pararas...
—Limpiaré Maganti para ti. Será un lugar seguro para ti, para Bean y para nuestros hijos. Tenía más planes para nosotros dos, mi amor. Más planes... para ti, para nuestros hijos, para nuestra familia.