—¡Kyah! —Aries soltó un chillido en cuanto Abel la agarró por la cintura desde atrás, dándola vueltas. Sus brazos la aseguraron instantáneamente en su abrazo, levantándola para que no pudiera escapar nuevamente.
—Te atrapé —una sonrisa de suficiencia afloró en su rostro encantador, moviendo las cejas. Se inclinó para besarla brevemente, con las yemas de los dedos recorriendo su espina dorsal mientras ella rodeaba su cuello con los brazos.
—No puedo dejar de ver esto —ella rió entre besos, refiriéndose a la falda atada alrededor de su cintura—. Deberías haber corrido desnudo.
—Oh, no. Eso sería aburrido —él rio con los labios cerrados, mordiendo los labios de ella de forma juguetona—. Me gusta molestar a la gente.
—¡No lo estoy! —Aries retiró su cabeza para ver mejor su rostro y sacó la lengua—. Definitivamente no molesta.