—No cometas el mismo error... —Aries... —No cometas el mismo error que nosotros hicimos... —Aries...
Las cejas de Aries se fruncieron mientras gemía, abriendo los ojos muy despacio. Desde su visión borrosa, captó algo plateado. Parpadeó débilmente, y el rostro que flotaba sobre el suyo se fue aclarando poco a poco.
—¿Eh? —El espacio entre sus cejas se arrugó, mirando fijamente a la adorable muñeca que la observaba de cerca. Hipnotizada por el encanto de la pequeña, levantó una mano y pellizcó la regordeta mejilla de la niña. Para su sorpresa, sintió algo esponjoso mientras la mejilla de la niña rebotaba ligeramente.
—Cariño, estoy aquí. —Aries se sobresaltó al escuchar la voz de Abel a su lado. Giró la cabeza, solo para ver a Abel acostado de lado con la sien apoyada en sus nudillos.