—Me pregunto si Violeta ya llegó —Aries murmuró, aún sentada en el regazo de Abel mientras jugaba con la punta de su cabello verde cerca de su nuca. Frunció el ceño cuando sus ojos se encontraron con los de Abel.
—No me mires así. Donde se quedó Violeta está más cerca de donde venimos. Así que, nos llevará más tiempo de viaje que a ella —chasqueó la lengua con molestia—. Creo que partieron —mi hermano y Sir Conan—. ¿Me llevarás de nuevo esta noche? ¿O deberíamos alquilar una posada para... ya sabes, pasar un rato a solas?
Sus labios se curvaron hacia arriba, atrayendo su cintura más contra su cuerpo —¿Deberíamos?
—Apenas puedo contar las veces que nos detuvimos durante todo este viaje y ya estamos en Haimirich —frunció el ceño, un poco ansiosa por separarse de él. Aries enlazó sus brazos alrededor de su cuello y apoyó su cabeza hasta que su nariz tocó el lado de su cuello.