Mientras tanto, en la pequeña capilla dentro del palacio interior...
Abel estaba de pie frente al altar, mirando la cruz dorada montada detrás del altar y en la pared. A diferencia del fuerte olor a sangre que impregnaba el aire de la capital, junto con el olor penetrante del humo espeso, el aire de la capilla estaba enriquecido con el aroma de las flores que florecían en primavera.
Todos dentro y fuera del palacio imperial estaban cubiertos de sangre y sudor por todos los combates, pero él llevaba un traje blanco limpio. Ni una gota de sudor a la vista. Su cabello estaba peinado pulcramente hacia atrás, con una flor asomando en el bolsillo del pecho de su traje bien planchado.
Desde lejos, uno se preguntaría si era un Reverendo, que predicaría la sacralidad de la pureza. Otros podrían tener una percepción diferente de él como una estatua de un ángel transformada en hombre.