```
—Pero… me haces querer creer de nuevo. Te agradezco por hacer de mi mundo un lugar donde existe el perdón.
Aries sonrió contra sus labios, asegurando sus brazos alrededor de su cuello. Su mano sostenía su cintura firme mientras la otra se enganchaba bajo sus piernas.
Manteniendo sus ojos cerrados, aún sentía cómo su cuerpo se elevaba mientras él se ponía de pie. Sin separar sus labios de los de ella, Abel la cargó hacia la cama. Solo se dio cuenta de su destino cuando su espalda golpeó lentamente el colchón.
Abría los ojos muy despacio, viéndolo retroceder, sobrevolándola.
—¿Me amas? —preguntó ella, alcanzando su rostro para acariciarlo.
Abel apoyó su rostro en la palma de ella, dejando un ligero piquito en ella.
—Mucho… hasta un grado demasiado grande para ser razonable o aceptable —dijo él, con los ojos en ella.
—¿Y tú me amas? —devolvió la pregunta, haciéndola entrecerrar los ojos mientras su sonrisa se ensanchaba un poco.