—Entonces demuéstralo. Bebe mi sangre.
Aries tenía su mano extendida, las palmas abiertas. Sangre rezumaba de la cortada en su palma abierta, pero ella no mostraba dolor mientras mantenía contacto visual con la horrorizada Inez.
—¡Elle! —Inez se apresuró hacia ella y sacó un pañuelo, envolviéndolo alrededor de la mano de la princesa heredera en un apuro—. ¿Estás loca? ¡¿Cómo puedes hacerte esto a ti misma?
La novena princesa ni siquiera pudo pensar dos veces mientras siseaba, fulminando con la mirada a Aries. Sin embargo, el segundo en que vio el dolor en los ojos de esta última, Inez estaba segura de que Aries hablaba en serio y que había estado en más angustia.
—Elle... —dijo mientras su respiración se entrecortaba mientras Aries miraba la mano sobre la que Inez ejercía presión.