—No... regreses allí, Su Alteza. Puede sonar presuntuoso de mi parte, pero el príncipe heredero me asusta. Era cruel con aquellos que se le oponían, pero las profundidades de su crueldad con los que lo traicionan son mucho más ominosas. No te dejará salir fácilmente.
Román suspiró profundamente y chasqueó los ojos al repetirse esas palabras en su cabeza días atrás. Miró hacia el pasillo vacío y caminó con cautela, recordando la expresión en el rostro de Violeta cuando le pidió que se quedara.
La amaba desde hacía años —incluso antes de que Violeta y Carlos se casaran o incluso se conocieran.
Debería haberse casado con ella. Ya había planeado proponerle matrimonio a la mujer más hermosa que jamás había visto. Sin embargo, era obvio que su plan no tomó ese camino. Carlos se interpuso; el hombre que siempre había odiado a Román por una razón.