Aries no indagó más sobre cómo Curtis se recuperó de un día para otro. Era extraño, pero le dio el beneficio de la duda de que fue porque su voluntad de recuperarse le devolvió la voz. Era una excusa pobre, pero Curtis había estado intentando llamar su nombre con gran dificultad.
Además, ella no tenía tiempo para investigar o interrogarlo ya que no podía retrasar la acumulación que creó anoche. El plan debe continuar y Aries necesitaba estar allí ya que era ella quien tenía el timón.
Entonces, después de varios minutos, Gertrudis llegó a la habitación de Curtis para buscar a Aries y prepararla para el día. Abel ya le había contado sobre cómo Gertrudis se enfrentó a Joaquín anoche, prohibiéndole entrar a la habitación.
—Gracias, Gertrudis —Aries sonrió sutilmente mientras Gertrudis le cepillaba el cabello mientras la princesa heredera estaba sentada en el taburete frente al espejo de tocador—. Abel me contó lo que hiciste anoche. Debió haberte asustado.