Joaquín pasó la noche con ella, pero ambos durmieron en lados opuestos de la cama. Él no quiso forzar la suerte, —respetando— su espacio personal cuando comprendió que era inútil. Aries no iba a dejarse persuadir con palabras esta vez.
Así que cuando llegó la mañana, se hizo tiempo para desayunar con ella. Aunque su esposa aún estaba distante, con el sello que le había regalado, su determinación para conquistarla aumentó significativamente. Había pasado una semana desde entonces.
—Escuché que te ha ido bien —Aries se sentó al lado de Curtis con anticipación en sus ojos. Había estado tan ocupada con Joaquín que solo lo visitaba ahora. Curtis mantenía sus ojos en el suelo, manos en el regazo, como un buen niño.
—Realmente me alegra verte bien, Curtis —Ella levantó su mano y revolvió su cabeza, algo que siempre le garantizaba una mirada de él. Así que sonrió y asintió con ánimo.
—Se siente gratificante de alguna manera.