—Oí que te encontraste con mi hermano durante el discurso...
El tenue sonido de los cubiertos golpeando los platos se desvaneció mientras Aries pausaba al cortar el bistec. Alzó la vista y sus ojos aterrizaron instantáneamente en Joaquín, sentado en el otro extremo de la larga mesa.
—¿Curiosa? —su sonrisa no llegó a sus ojos—. ¿O aterrorizada?
—Hah... quizás un poco de ambos. Aunque diría que miedo no es el término exacto —se encogió de hombros—. Con lo que mi esposa mostró, tomándome desprevenido, estoy intrigado. ¿Qué sacaste de eso?
Aries apretó los labios mientras pensaba en ello. —Conexiones —esta vez, su sonrisa llegó a sus ojos mientras los entrecerraba—. Tal vez sigas pensando en mí como una simple esclava, que regresa por venganza. Como quieras. Tengo otras opciones.
—Circe —Joaquín exhaló, apoyando los brazos en el borde de la mesa—. Cometí un error.
—No lo hiciste, Joaquín. Tomaste una decisión.