La cancillería del príncipe heredero...
—Su Alteza —Hernán llamó en cuanto cerró la puerta, observando a Joaquín caminar de un lado a otro mientras pasaba sus manos por su cabello—. El tercer
—Descubre qué sabe —Hernán se detuvo abruptamente cuando Joaquín fijó en él su par de ojos amenazantes—. Exprime toda la información que puedas de él. No me importa si le cortas un dedo o todos. Rompe sus huesos y déjalo lisiado, si es necesario.
—Pero, Su Alteza, si hacemos eso, le hará quedar mal a usted.
—¡Mierda! —Hernán se sobresaltó cuando el príncipe heredero rugió, alejándose solo para patear el soporte cercano—. ¡Esa maldita molestia!