—Su Alteza, ¡no cabemos aquí!
Aries miró a los dos caballeros con expresión ausente, intentando argumentar su salida cuando todos en el jardín ya habían decidido. Incluso los otros caballeros habían urgido a los dos a aceptar su castigo.
—Si no caben, ¿qué vamos a hacer? ¿Deberíamos cortarles las extremidades y mantener sólo su torso para que ustedes dos puedan caber? —inclinó la cabeza hacia un lado, parpadeando sus ojos con ternura fingida.
Su cruel sugerencia hizo que al instante su tez se volviera pálida, mirándola con incredulidad. Pero ella nunca mostró la más mínima piedad hacia ellos. Claro está, Aries era consciente de que no cabrían. Incluso alguien como ella tuvo que luchar cuando la mantuvieron en una jaula que casi tenía el mismo tamaño que esta. Y ni hablar de encerrar a dos hombres perfectamente sanos.
—Tú —miró al caballero en el que primero se fijó—. Ayuda a estos dos para que dejen de hacerme perder el tiempo.