—No regresaste a Haimirich.
—Aries provocó, sentada en el otro extremo de la bañera con los brazos cruzados, mirando al hombre en el otro extremo. Abel tenía los brazos extendidos sobre el borde, con las cejas levantadas.
—Sí lo hice.
—No, planeaste hacerlo —ella corrigió en lo que creía que él realmente quería decir—. No puedes ir y venir de Maganti a Haimirich en tan poco tiempo.
—Abel soltó un suspiro superficial y se encogió de hombros. —Volé.
—¿Volaste?
—Sí.
—¿Como con alas? —preguntó ella, solo para verlo asentir sin hesitación, dejándola sin palabras por un momento—. ¿Estás diciendo que tienes alas? ¿Y volaste desde aquí hasta Haimirich? ¿Qué eres? ¿Un ángel?
—Él jadeó en completa incredulidad con la nariz arrugada. —Cariño, no me insultes así! ¡Los demonios también vuelan!