—Cariño, ven aquí.
Desde la cama de su habitación en el Palacio de la Rosa, Aries frunció el ceño mientras giraba la cabeza hacia el balcón. Apoyado en la barandilla estaba Abel disfrutando de un cigarro.
—Te mostraré algo —añadió.
Ella parpadeó dos veces, observándolo cómo le hacía señas con un dedo mientras asentía con ánimo. Aunque perpleja por su repentina invitación, Aries envolvió su cuerpo desnudo con el edredón y sacó las piernas de la cama.
—¿Qué es? —preguntó cuando estaba en la entrada del balcón.
—Algo que estás a punto de aprender —Abel extendió su brazo y la agarró del brazo, atrayéndola suavemente hacia él.
—Abel... —Aries arrastró los pies hasta que quedó frente al jardín en las barandillas mientras Abel se colocaba detrás de ella. Sus brazos la rodearon por la cintura, apoyando su barbilla en su hombro.