Dos días habían pasado desde el entrenamiento de Aries con Isaías. Ayer fue un infierno. A pesar de toda la preparación para luchar, cualquier músculo que dolía la hacía sentir dolor por todas partes. Pero era soportable y ahora podía moverse, aunque con cuidado.
—Lord Isaías no vino ayer ni hoy para que pudiera recuperarme —murmuró mientras respondía a una de las invitaciones que recibió. Desde que acosó a Dexter, este último accedió a dejarle revisar algunas invitaciones para matar su aburrimiento. También le preparó algunos libros que podría leer una vez que no tuviera nada más que hacer.
Se chupó los labios, los brazos en el borde del escritorio. Giró la cabeza hacia la puerta que llevaba al balcón. Estaba entreabierta, por si acaso Morro, el cuervo de Abel, viniera trayendo la carta de su amo.
—Ahora que lo pienso, no he tenido noticias de él desde hace días —Aries frunció el ceño, ya que no se le había ocurrido hasta ahora.