—¿Qué soy? ¿Un perro? —comentó Asher, echando un vistazo a Lydia y Adeline.
Asher se frotó incómodamente el pecho. Siempre que veía a Adeline, sentía una extraña agitación en su corazón. A veces le dolía verla, a veces le enfurecía. No podía entender por qué.
Debía haber una razón por la que borró sus propios recuerdos. ¿Pero cuál era la razón? Quería descubrirlo lo antes posible, pero ver el anillo de rubí en su dedo lo hacía desviarse. ¿Por qué apuntar a la Reina? ¿Especialmente con ese loco desquiciado merodeando sobre ella?
—¿Vas a pasarme de una persona a otra como si fuera una mascota abandonada? —preguntó Asher con un ceño fruncido. Señaló con un dedo acusador hacia esa chica "Lydia".
—Esta parece tan frágil, que podría romperle el cuello y drenar su sangre al instante —añadió Asher con voz descontenta.
Al instante, Lydia se volvió hacia Adeline. —Realmente ha cambiado... —susurró incrédula.