—Te lo dije, ¿por qué te sorprendes?
—Bueno, no sabía que era alguien tan importante, pensé que conseguirías un hombre más joven para calentar tu cama... —Elizabeth le dio una palmada en el trasero.
—¡Ay, mamá! —se rió.
—¿Cuándo te pusiste tan mimada, esta niña? —Diana se rió—. ¿Está en casa?
—Elizabeth asintió—. Vale, entremos.