—Entonces dime, ¿cómo sabes lo que es mejor para ella? —habló lentamente pero de manera penetrante que al terminar, el Sr. Howard estaba rojo de furia.
—¡Cállate! ¿Qué sabes tú? —gritó el Sr. Howard—. Estaba enfadado en ese momento. Sus nudillos ya se estaban poniendo blancos.
Leo no respondió, sabía que no importaba lo que dijera, había poco o nada que pudiera hacer porque este hombre frente a él, no iba a cambiar de opinión, por simples palabras.
—Soy su padre, y tú eres un extraño, así que siempre sabré lo que es mejor para ella sin importar qué.
—Sr. Presidente, usted afirma que es su padre, sin embargo, usted es quien más la ha herido —dijo Leo—. E incluso cuando ella pensaba que usted estaba tratando de enmendar el pasado, la sorprendió haciendo esto.
—No hables de mi familia, cuando no sabes nada de ella... —rezongó Howard, y Leo entonces sonrió.
—Perdón, por favor perdona mis modales. ¿Por qué me trajiste aquí otra vez?