—¿Qué vamos a hacer? —preguntó ella, sus ojos profundos con emociones. Leo estaba callado, sin decir una palabra. Eso la asustaba.
—Por favor di algo... ¡Cualquier cosa, por favor! —suplicó mientras agarraba la camisa de él con sus manos. Sus ojos se llenaron de lágrimas y ella enterró su cara en su pecho, sus labios temblaban.
La cabeza de Leo cayó y él sujetó su cabeza para que lo mirara; sus ojos se ahogaban en los cristalinos de ella y el dolor en ellos lo rompía.
Su manzana de Adán se movía mientras tragaba:
—Lo pensé una y otra vez y no importa cómo lo miro, la respuesta sigue siendo la misma —hizo una pausa, apartando los mechones de cabello de su cara—. Quería decirte que estaría bien, quería decir que estaría bien dejarte, quería decirte que estaría bien estar con otra persona, que lo superaría, pero no pude porque en realidad no está bien.