Una sonrisa diabólica apareció en sus labios cuando vio la mirada desquiciada en su rostro. Sabía que sus entrañas ahora debían estar ardiendo, el veneno debía estar haciendo efecto, pero no le importaba, mientras él estuviese lo suficientemente cuerdo como para oír lo que ella decía.
—Me lo follé de todas las maneras posibles y no me arrepiento ni un poco, de hecho, lo disfruté, cada momento fue un placer —se reía—. ¿Y sabes qué es lo peor de saber esto? Aunque ahora mismo quisieras estrangularme, ni siquiera puedes levantar un dedo —Michelle se reía burlonamente—. ¿Cómo se siente? ¿Saber que vas a perder todo lo que tienes ante tu asesino? —se reía.