No es de extrañar que desde la mañana tuviera presentimientos ominosos. Debía haber sabido que Zhang Wuying no se quedaría quieta, sin hacer nada, mientras ella estaba literalmente perdiendo todo.
—¿Hizo algo? —Feng Tianyi se alertó de inmediato con la noticia. Parecía que esta vez, la familia Zhang no jugaría limpio con su esposa—. Moyu, si quieres puedo...
Tang Moyu permaneció en silencio por un momento hasta que llegaron a la intersección donde había un semáforo en rojo. Había nubes de lluvia acumulándose en el cielo, indicando otra tormenta que golpearía la ciudad por la tarde.
Los pequeños bollos detrás de ellos estaban ocupados mordisqueando los eclairs que Feng Tianyi había comprado antes de ir al jardín de infantes. Él lanzó una mirada preocupada a su esposa, esperando que ella hiciera lo mismo y compartiera la carga con él como su esposo.
—Mami, esa mujer... Ella no es nuestra abuela, ¿verdad? —Xiao Bao de repente preguntó, rompiendo el silencio dentro del coche.
