Su barbilla descansaba sobre su cabeza mientras miraban la puesta de sol afuera de la ventana. La había movido para que se parara enfrente de él, su espalda presionada contra su pecho. Sus brazos la rodeaban, calentándola, para protegerla en ese pequeño refugio que temporalmente compartía con ella.
—No podemos cambiar el pasado, Moyu. —le susurró.
—Lo sé. Pero nuestro pasado podría definir nuestro futuro. No es fácil pasarlo por alto. —la emperatriz replicó.
—Sé que tienes miedo, Moyu. Pero te aseguro que no estás sola en esto. ¿Sabes? El miedo tiene dos significados. Olvida todo y corre o enfrenta todo y levántate. La elección es tuya, pero sea cual sea tu decisión, la respetaré.
—No lo digas así. —murmuró Tang Moyu.
—¿Como qué? —él levantó una ceja—. Es la verdad, ¿no? Yo fui el responsable de que perdieras todo.
—No, Tianyi. Me diste todo. —Tang Moyu lo corrigió—. Me diste a Baobao y a Pequeña Estrella. Creo que eso es lo mejor que he recibido de alguien en esta vida.