La mirada de Fafnir se tornó oscura y luchó por despejar la niebla de su mente. Todo su enfoque estaba en sus pechos. Para aumentar su consternación, Tabit se inclinó hacia adelante y bajó su barbilla mientras sus ojos aún estaban fijos en su rostro. —¿Fafnir? —lo llamó con voz ronca, extendiendo una mano hacia adelante.
Mierda. Ahora sus pechos se tambaleaban un poco. Su túnica grande colgaba más bajo, exponiendo su abdomen. Todo lo que Fafnir podía hacer era deslizarse de su silla y arrodillarse delante de ella en el suelo. Sus ojos la penetraban por dentro y toda lógica en su mente se evaporaba.