—Esta es la única forma de protegerte, de lo contrario podría tener que matar a esos guardias. Prepárate —susurró.
Tabit tuvo un segundo para prepararse cuando él le inclinó la barbilla hacia arriba y sus labios se estrellaron contra los de ella. Antes de que se diera cuenta, su lengua se deslizó en su boca y un gemido escapó, el cual se dio cuenta de que era suyo. Él la había cubierto por todos lados con sus brazos y colocado un muslo entre los de ella y entonces… el mundo se desvaneció. Rodeada por el olor a salmuera de él, saboreó su calor y… ajo. Puaj.
La única manera de salvarla en ese momento era rodeándola con su olor y actuando como dos amantes en el caos.
—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —gruñó Alina al pasar por su lado, oliendo a menta y ajo—. ¡Hay una guerra en curso! ¡Lárgate de aquí!