—¡Paaadre! —gritó Tabit mientras corría hacia él.
Demasiado atónito, Rigel giró y vio lo que su padre hizo. Soltó el puño de la espada. Su mente se entumeció, se arrodilló frente a su padre. —Padre... —jadeó, su piel erizándose de escalofríos. Nunca esperó que su padre terminara suicidándose. —¿Qué has hecho? —lloró mientras examinaba el pecho de su padre mientras lo levantaba en su regazo.
Mintaka lo miró, sus ojos cayéndose y su aliento desvaneciéndose. —Esto era necesario, Rigel. No te preocupes
Eltanin dejó escapar un fuerte gruñido con tanta fuerza que su aura se desbordó y todos se detuvieron. Se apresuró al lado de su amigo y se arrodilló a su lado para ver a Mintaka.
Tabit también vino a sentarse al lado de su padre. —¿Por qué, padre? —sollozó. Ella quería prevenir exactamente esto, y aún así no pudo. —¡Llegué tarde! —Sus hombros se sacudieron con un sollozo fuerte.