Tabit estaba muy emocionada de liderar la fila de sirvientes que llevaban los regalos para la Princesa Lerna. Estaba segura de que se convertirían en grandes amigas. Su primera impresión de Lerna era la de una chica tímida que tenía miedo del mundo y trataba de encajar. Cuando Rigel le contó cómo la había rescatado y cómo había sido su vida todo este tiempo, ella simpatizó con ella. Y por eso Tabit esperaba tener un gran comienzo con Lerna.
Sin embargo, tan pronto como llegó a la salida, los guardias la detuvieron. Su madre apareció de algún lugar y la tomó de la mano. La llevó a un lado y le dio una bofetada. —¡Ese hombre humilló a tu padre, el Rey de Orión, y aún así tienes la desfachatez de ir y presentar estos regalos a su hermana que adoptó para salvar la cara! —escupió. —¡No lo permitiré!
Tabit quedó impactada más allá de toda comprensión. Se tocó la mejilla que ardía con un agudo escozor. —¡Madre, fue deseo del padre enviar estos regalos!
—¡Guardias! —gritó Alina.