En los últimos días desde que Rigel conoció a sus padres, había estado un poco fuera de su elemento. Aunque habían pasado mucho tiempo juntos en una cabaña en el bosque de Eslam, estos días Rigel parecía distanciarse.
—Me siento incómoda alrededor de Rigel estos días —soltó Lerna, llegando directamente al punto. No fue criada de manera que supiera cómo mantener una conversación formal con alguien. Y así siempre atacaba el punto de inmediato.
Tania se detuvo en seco. Frunció el ceño y preguntó:
—¿Por qué? Esto era muy diferente a Rigel.
—No lo sé... —respondió Lerna—. No está presente con su alma aunque su cuerpo esté allí. Está pensando en algo todo el tiempo. No sé qué hacer...
—¿Te ha dicho algo? —preguntó Tania.
Lerna respiró hondo. —Dijo que yo le gustaba en contra de su mejor juicio.
—¿Qué? —Tania estaba sorprendida—. ¿Cómo podría Rigel decirle eso? ¿Qué demonios quiere decir?