—Ahora eres la Reina de Draka y de mi corazón. Levántate, Reina Lusitania —dijo Eltanin.
Lusitania temblaba cuando él colocó la corona en su cabeza. Fue un momento tan importante de su vida que la piel se le erizó. Unos meses atrás solo era una esclava sin familia y con solo calabozos a los que regresar, pero ahora, ahora esta esclava se había alzado para ser la reina del rey más poderoso de Araniea. Las plumas en sus alas se erizaron de tensión mientras se levantaba, su cabeza aún inclinada.
Ella lucía deslumbrante. El corazón de Eltanin latía tan rápido que su sangre retumbaba en sus oídos. Levantó el velo de su esposa. Ella aún miraba hacia abajo. Él enroscó sus dedos bajo su barbilla y levantó su rostro. Sus labios se abrieron y dijo:
—Te amo.