—¡Lerna! —gritó uno de ellos, cerrando los puños con fuerza. El otro le puso una mano en el hombro para calmarlo.
—¿Por qué huiste, Lerna? —preguntó el lobo frente a ella con un gruñido, mientras le pellizcaba la barbilla—. Eres la princesa de Hydra. Esto fue lo más repugnante que pudiste haber hecho. Se suponía que nos aparearíamos después de que el ritual terminara. Los doce estábamos esperando aparearnos contigo. ¿Qué piensas de nosotros, los Alfas? ¿Qué fue lo que te obligó a huir? ¿Fue tu compañero? ¿Has olido a tu compañero?
Cuando ella no dijo una palabra, el Nyxer frente a ella gritó:
—¡Respóndeme, Lerna! ¿Has olido a tu compañero? En ese caso lo rechazarás o nosotros tendremos el honor de matarlo.
Con los labios temblorosos, ella respondió:
—No soy Lerna. No soy la princesa de Hydra. Soy la princesa de Pegasii, Morava. Mi padre es el Rey Biham. —Su corazón latía desbocado.