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—De repente una luz cegadora y brillante llenó el pequeño establo donde Kinshra estaba acostada —atorrada, Cordea arrancó al bebé de los brazos de su madre—. Presionando al niño contra su pecho, se agachó hacia el suelo—¡Kinshraaaaa! —el grito de Cordea resonó.
—Tania se despertó abruptamente, cubierta de sudor, intentando reprimir un grito con todas sus fuerzas. Su pecho subía y bajaba pesadamente y su garganta estaba seca como papel—. Se levantó de un tirón y algo la tiró de vuelta hacia abajo—. Giró su cabeza hacia la dirección de lo que era y encontró una mano grande sujetando la suya—. Temblando por el sueño, Tania siguió el brazo en una neblina y miró a los ojos negros de Eltanin—. Él sostenía su mano firmemente mientras la observaba—. Su respiración era entrecortada, pero el alivio que sintió al verlo fue inmenso.
—¿Pesadilla? —preguntó él.
—Ella no respondió mientras intentaba recobrar su ingenio—. Volvió a recostarse en su almohada, aún temblando.