Cuatro semanas después.
—La voy a extrañar mucho —dijo Tania mientras se secaba las lágrimas de las mejillas.
Eltanin la atrajo hacia su abrazo. La sostuvo cerca de sí contra su pecho y besó la corona de su cabeza. —Lo sé... —murmuró y descansó su mejilla sobre ella.
Kinshra había cruzado finalmente al Desvanecimiento. Lord Krail había venido junto con su esposa, Jiada, y observaba el pequeño templo que se había construido al lado del de Biham.
Eltanin tomó a Tania con él de vuelta al palacio mientras los padres de Kinshra se quedaban allí. El día estaba marcado por nubes pesadas y un trueno distante retumbaba en los cielos.
La bandera del reino ondeaba a media asta y a todos los ciudadanos se les permitía visitar el mausoleo ese día.
Dos días después y Tania estaba sentada en la habitación de su madre. Estaba hojeando sus vestidos y pidiéndole a Flora que los doblara todos y los empacara en un baúl porque quería llevarlos consigo.