Fafnir escuchó los pasos de un hombre bajando las escaleras. Aprovechando la situación, saltó ágilmente del techo a la terraza. Echó un vistazo al interior del pequeño cuarto donde vivía Platt y vio una pequeña cama en el centro y un largo escritorio en la esquina. Había una variedad de botellitas que contenían hierbas secas. Fafnir estaba seguro de que Platt se dedicaba a hacer pociones de drogas psicodélicas y las vendía.
Fafnir agradecía a sus estrellas por haberse cubierto con un fuerte aroma de algunas hierbas que encontró en la cocina del palacio. Se mimetizaba bien con el entorno. En cuanto escuchó que abrían la puerta, se escondió en las sombras.
—¿Por qué tardaste tanto? —regañó Nora a Platt, irritada, mientras subía las escaleras—. Hay una cena en el palacio y tengo que estar allí lo antes posible. ¿Has preparado lo que te pedí?
—Lo tengo, Nora —dijo Platt, con voz cantarina—. Siempre tienes prisa. —Le dio una palmada en el trasero.