—Hermano Zhang, los padres se preocupan por sus hijos. ¡Lo admiro! —Mo Rao consoló a Zhang Zhe.
Ella también tenía un hijo en su vientre. Si su hijo tuviera esta enfermedad, definitivamente no se daría por vencida.
Zhang Zhe asintió. —¡Gracias, Xiao Rao. Muchísimas gracias!
En ese momento llegó el médico.
Hoy era el día para revisar la condición del niño.
Mo Rao y Zhang Zhe se quedaron al lado mirando cómo el doctor revisaba uno a uno el estado de salud y la recuperación de los niños. Cuando llegó el turno de Zhang Mo, el doctor lo saludó con dulzura:
—¿Te acuerdas de mí?
Zhang Mo no habló. Giró la cabeza y miró alrededor, como si no pudiera ver a la persona frente a él.
El médico continuó intentando comunicarse con Zhang Mo. De repente, la situación cambió.
Zhang Mo se cubrió las orejas y empezó a gritar. El sonido hizo que la gente entrara en pánico.
El médico intentó consolar a Zhang Mo, ¡pero fue inútil!
Zhang Zhe se apresuró y abrazó a su hijo.